martes, 5 de febrero de 2013

El color del desierto - AREQUIPA 2013 Ruta: Cerro Verde - Pampas de Siguas

Por: Club Cultural ADEGOPA

El oasis de Arequipa es un escenario sorprendente para los ojos del visitante observador, situado a 2,300 m.s.n.m. es el marco del contradictorio encanto de cumbres nevadas, altas palmeras, araucarias, y a la vez el desierto.

Nuestro viaje se inicia siguiendo el cauce del río Chili y atravesando el distrito de Tiabaya, donde nos espera una de las formaciones más espectaculares de la ciudad: el Batolito de la Caldera, esta formación que ocupa 2km de paisaje, representa una pieza compacta de material magmático emergido durante el proceso de orogénesis andino, normalmente los batolitos se forman por varias afluencias de material ígneo, siendo el caso del nuestro bastante singular al haber resultado de una única expulsión.



Al dejar atrás el Batolito, y adentrándonos en la zona de Cerro Verde nos impactan gigantescos depósitos blancos que no son otra cosa más que la ceniza de la erupción del volcán Huaynaputina en el año 1600 y cuyos efectos trastornaron severamente la vida y desarrollo de nuestra ciudad, a esta altura del viaje es interesante observar un desierto biótico, llamado así por la presencia de cierta vegetación, los más visibles son cactus del tipo Weberbauer y Cereus, así como algunas Tilandsias, plantas epífitas de la familia bromelaceae, que se han adaptado a las extremas condiciones de sequedad, estas tímidas colonias, son el refugio y sustento de curiosa vida animal.

Finalmente el rico valle de Vítor, y luego Siguas nos recuerdan la época de esplendor colonial del vino arequipeño que hizo temblar a los exportadores ibéricos durante el virreinato.

Las caprichosas dunas nos esperan en las Pampas de Siguas, formadas en media luna, dirigidas por el viento, tapizadas por una arena fina y sobre el vasto panorama casi sin fin de nuestra línea desértica, una de las más secas del mundo y resultado de la corriente fría de Humboldt.

Nuestro pequeño campamento será el descanso merecido a la jornada, allí podremos refrescarnos y recuperar fuerzas con un refrigerio a base de productos andinos.

Al atardecer el desierto nos envuelve con su mágico cambio de colores que estremece y nos transporta por un momento al misterioso mundo de aquellos antiguos peruanos que gravaron sobre la arena y rocas, símbolos casi sobrenaturales que han sobrevivido al tiempo desde Nazca hasta Vítor, Siguas, o Majes, y que debieron cumplir algún fin propiciatorio necesario para continuar con el ciclo de la vida.

Dejemos que el color del desierto nos sorprenda con alguno de sus personajes que cobra vida para renovar su promesa al sol mientras terminamos el día en la mejor compañía.

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